26 de marzo de 2012

Sierra de Andia, en francés



Sierra de Andia, una tierra seductora, es el título que la periodista Celine Bousquet ha puesto al reportaje que ilustran mis fotografías en la revista PYRÉNÉES MAGAZINE. Celine me pidió ayuda para descubrir rápidamente la sierra porque ella venía en un viaje relámpago de tres días que desde Toulouse le diera la sustancia fundamental para escribir su texto. Le bastó esa ayuda, algo de bibliografía que encontró en el camino y los comentarios y pistas de los guardas del Parque Natural Urbasa-Andia para redactar su texto.
Al fotógrafo le hicieron falta varios viajes, la espera de largas horas bajo las nieblas, caminar y escudriñar los paisajes que ya conocía de antemano y bastantes más horas de trabajo en busca de las luces y los momentos que le interesaban. La diferencia en el esfuerzo aplicado en el trabajo de campo es notable entre quien escribe y quien fotografía y lo sé por experiencia. Las sensaciones atrapadas en el alma también y eso es lo que nos queda tras soportar el frío o el calor y aguantar el viento de la noche para esperar un amanecer incierto a quienes buscamos imágenes distinguidas como la que abre a doble página este reportaje. También nos quedan en la cartera –en los discos duros informáticos ahora- algunas imágenes interesantes que los editores desdeñaron pero algún día verán la luz y seducirán otras miradas. Ese es otro patrimonio de los fotógrafos. Y menos mal que algo nos va quedando.


24 de marzo de 2012

Dias de agua


Ya ha pasado. Quedó atrás el día del agua. Uno de esos días mundiales en los que se evidencian algunos de nuestros pecados y se proponen algunas voluntades que casi siempre son pasajeras. Como una coincidencia mi “día del agua” pasó con las botas puestas, entre saltos turbulentos, ríos y canales, rodeado de agua.  Trabajo fotografiando ferrerías, auténticos monumentos del esfuerzo humano empleado para convertir los recursos naturales: agua, bosques y mineral en herramientas, armas de matar municiones y dinero. Ahora son restos arruinados lo que fueron prototipos de la revolución industrial, prototipos también de la domesticación y dominio del agua trabando sus cauces naturales con ciclópeas presas, encauzando y encerrando en potentes anteparas y oscuros túneles hidráulicos el líquido que antes era libre.
Aquellos cauces fluviales ya no son lo que fueron. Lamentablemente se engalanan de guirnaldas plásticas colgando de los árboles, de completos muestrarios de envases, chatarras y espumas que sugieren lo que nuestra sociedad piensa que es el agua natural.
El reto de fotografiar el patrimonio preindustrial en este entorno obliga a menudo a ejercer adicionalmente como operario de limpieza. A pesar de todo ello permanece la esperanza de que mostrar lo que sobrevive a orillas de los ríos sirva para conservarlo y cuidarlo para el futuro y que se haga lo mismo con las aguas que dieron a fábricas y personas.




20 de marzo de 2012

Steve McCurry enamorado de Tenerife, también


Ocaso sobre el Teide, desde el Pico Viejo

Él también se ha enamorado de Tenerife y promete volver. Comprensible que eso le suceda a un fotógrafo a quien apasiona la luz, los paisajes eternos, los desiertos, el mar encrespado y la tierra viva. Hablo de Steve McCurry, un fotógrafo de Magnum, al que siempre he seguido de cerca porque su trabajo me parece excepcional y a quien descubrí tras viajar a la India y encontrar en vivo las esencias de aquel país que él tan profundamente ha retratado.
No he tenido la oportunidad de ver sus imágenes en Tenerife, donde acaba de presentar su exposición retrospectiva, que permanecerá del 13 de marzo al 29 de junio en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, porque mientras él llegaba yo estaba marchando de la isla. Probablemente McCurry es uno de los fotógrafos que mejor ha documentado la India pero también otros países como Afganistán o Pakistan y a través de sus imágenes ofrece una constante lección profesional y de compromiso. En sus palabras a los medios informativos ha dicho que volverá a Tenerife para fotografiar porque ha encontrado allí un territorio de interés y no puedo estar más de acuerdo con él. Si alguien viaja a las isla del Teide en estas fechas no debiera perder la oportunidad de ver sus retratos, sus testimonios visuales cargados de fuerza que puede intuirse en la presentación que nos ha dejado en la web. Tampoco pierda la oportunidad para detenerse y esperar mirando, como hace y aconseja McCurry, para escuchar los ritmos de la calle y para atender a la llegada de las imágenes a su cámara.





6 de marzo de 2012

Volver. Tenerife mon amour



He de confesar que mi propósito estaba en otro lugar pero circunstancias de la vida, de las compañías aéreas cuyo nombre no quiero escribir más bien, me han traído a Tenerife. De excursión, diría el otro, de descompresión, algunos, de desconexión, el que escribe. Eso sí funciona: cortar por lo sano el compromiso cotidiano para entregarse al plan de “lo que me apetece”, sin más. Como ahora mismo que me limito a escuchar mezclarse el viento con el batir de las olas bajo siluetas de montañas fantásticas. Esa es también la ventaja de volver, sabiendo incluso que reaperecerá la sorpresa porque, como ya he dicho más veces, nunca un lugar es igual al que viste antes. En esa sorpresa estoy envuelto, feliz, sabiendo que me esperan otras tareas, mirando paisajes entre plátanos, oyendo del frío lejano mientras me acaricia el sol. Rescatar estos privilegios cuando se puede parece imprescindible para la restauración de fuerzas. Entretanto la mirada fotográfica se reconcilia con lo conocido, lo escudriña de nuevo, indaga y rebusca en un ejercicio libre de obligaciones que permite una valiente diversión.
En Tenerife revivo las emociones del desierto, las furias de los volcanes –incluso apagados- la fuerza de los colores de la naturaleza y la capacidad humana para anclar sus vivencias a la nada o casi nada. También el retorno a las laderas del Teide para caminarlas despacio, casi acariciando sus lavas, sopesando las piedras livianas como el aire o densas como la misma obsidiana, para esperan en ella el ocaso o el movimiento de las nieblas meciéndose sobre el océano.
Volver siempre tiene su encanto y sus sorpresas.