22 de junio de 2014

Adiós Argentina

Buenos Aires
¡Adiós Argentina!, ¡hola Uruguay!, ¡adiós Uruguay!, ¡hola Argentina!
Deprisa, deprisa. Podría ser el lema del fotógrafo “on mission”, con calendario cerrado pero sin programa definido de trabajo. Así han pasado mis diez días por Buenos Aires y Montevideo, entrelazando contactos, cruzando historias y buscando imágenes narrativas, evocativas, humanas, personales, estéticas.
Uno no sabe, a veces, qué va a lograr ni cómo terminará cerrando su trabajo pero la única manera de encararlo es la insistencia y la búsqueda constante.
En ese empeño las calles y escenarios bonaerenses han sido más generosos mientras Montevideo lo ha puesto muy difícil. La invasión del mundial de futbol imponiendo colores y ruidos en cada rincón del mundo en ambas orillas del Río de la Plata parecía priorizarlo todo a cualquier otra cosa en la vida de los dos países vecinos.      
Escuchar al tiempo los ecos futboleros en medio del estruendo de un tráfico hipercontaminante, respirar bajo presión y caminar, caminar, caminar en una periferia gigante e inabarcable se ha convertido en compañía cotidiana en estos días. Pero por el camino quedan algunos encuentros bellísimos, algunas lecciones de herencia y sentimiento y algunas historias que, desde nuestra Euskal Herria lejana debiéramos conocer de más cerca. Hemos ido para contarlo y en octubre tendrá letras e imágenes impresas en papel.
Mañana enfilo otro rumbo más paisajístico, más estético pero más aventurado. El norte argentino me espera.

Montevideo

Montevideo

Río de la Plata

19 de junio de 2014

Cambio verano por invierno

Liniers, el más grande mercado de ganado de Suramérica

No, esta vez no es por ir contra corriente, cosa que me gusta hacer a menudo. Esta vez me obliga mi destino porque cuando en mi tierra se aproxima el calendario al verano me toca viajar al sur americano donde las fechas anuncian precisamente el tránsito del otoño al invierno.
Indagar sobre las raíces vascas, retratar el perfil humano de los herederos de la emigración, identificar símbolos y atrapar signos que evidencian la memoria de lo vasco son algunos de los puntos calientes de la agenda que me llevará en las próximas semanas por Buenos Aires y Montevideo.

Hay otra parte de la agenda menos precisa, con mirada al norte, con sello de road movie, carreteras sin asfalto, desiertos y horizontes infinitos que se llama viaje al noroeste argentino. Lo contaré, por supuesto, lo uno y lo otro, siempre a través de mis fotografías, del modo que acostumbro y que más me gusta hacer.


Museo de la inmigración, en Buenos Aires 

2 de junio de 2014

Revisitar La Verna









La mejor excusa para volver a cualquier lugar es recibir un encargo para entregar un reportaje. Si te asaltara la pereza, estarás obligado a vencerla; si ya conocías el escenario, ahora le descubrirás caras nuevas; si te pareció aburrido, acaso le encuentres algún rincón interesante; y si lo disfrutaste, volver es lo mejor que te puede pasar.
Cuando supe que se abrían las puertas de la impresionante sala de La Verna busqué una razón para viajar a sus entrañas. Conseguí así mi primer reportaje y la primera excusa para divagar con mi equipo de espeleólogos por la cavidad. La inclusión de la cueva en el proyecto de un libro propició una segunda visita que buscaba el mejor momento de deshielos para fotografiar las cascadas que saltan en las tinieblas. Lo conseguimos. Un tercer reportaje, recién publicado, propició una tercera visita, ahora con el recorrido bajo las profundidades pirenaicas del río subterráneo en busca de las lagunas turquesas de la galería Chevalier y nuevas fotografías. Aún quedan tareas pendientes en La Verna. La galería Aranzadi, antiguo recorrido del río subterráneo pero ahora en seco, guarda algunas de las más bellas formaciones y estalactitas de la cueva y exige para alcanzarla una ascensión de casi un centenar de metros verticales por una cuerda fija. Todavía no la he visitado y me gustaría poder algún día llevar allí a mis amigos espeleólogos con la excusa de fotografiar sus encantos. Necesito la excusa de un nuevo reportaje.
No es una tarea fácil trabajar allí abajo; primero hay que llegar, después descubrir bajo la luz de las linternas donde están las imágenes que funcionan, buscar los ángulos y organizar los elementos. Después, dirigir al equipo, coordinar sus acciones e iluminación y disparar. Terminar una fotografía puede llevar una hora de trabajo y para ello es imprescindible una buena sintonía entre quienes estamos bajo tierra aguantando las demandas de un fotógrafo casi siempre insatisfecho. Gracias Idoia, Rober, Unai, Josu, César por la implicación.  El trabajo es duro pero la experiencia  estupenda. Y allí abajo comemos, reímos, aprendemos y… lo pasamos estupendamente.
La Galería Aranzadi nos espera todavía.