22 de agosto de 2016

Retorno inolvidable




Viajé a Zugarramurdi, la cueva de las brujas, para hacer allí nuevas fotografías con destino a  otro proyecto editorial en el que estoy inmerso. Era el día del Zikiro jate, que aproveché para hacer al tiempo un reportaje de esta fiesta peculiar. Feliz jornada y, por cierto, qué bueno está el zikiro allí abajo, qué bueno lo preparan los de Zugarramurdi.
La cosa es que terminado aquello me fui a dormir a uno de esos parajes inolvidables que revisito siempre que tengo la oportunidad: Gorramendi. Subía con la última luz del sol oculto tras la pirámide de Larrun pero había salido ya una enorme luna llena por encima de los Pirineos, acariciando un cordón de nieblas que se enganchaban en el cordal de Iparla. La noche fue apacible, el amanecer cálido de nubes incendiadas gracias al viento sur. Las nieblas de Iparla se habían disipado y sólo quedaban algunas allá lejos donde están siempre en el Baztan, ancladas a los tejados y las torres de Elizondo y Lekaroz.
Emprendí mi descenso tras el desayuno mirando horizontes pirenaicos y pasé un instante por el muladar de Gorramendi. Nada más que unos viejos y resecos esqueletos de ganado.
Antes de llegar al puerto de Otsondo me detuve varias veces, a fotografiar a tres buitres detenidos muy cerca de la pista, a fotografiar la ladera verde de Alkurruntz. De pronto, por casualidad, me topé con un buitre detenido en la cuneta. Lo primero que pensé era que no volaba por estar saciado. Con precaución me acerqué y él hizo lo mismo. Nunca me había pasado algo parecido. Se arrimó al morro de mi auto y comenzó a picotear pausadamente el plástico de la rejilla frontal. Enseguida caminó un poco más por la cuneta, nos mirábamos, miraba al horizonte. Le hice fotos a placer, como si posara para mí.
Llegó un todoterreno del que bajó un ganadero. Lo supe porque enseguida dedujo que el pájaro estaba muerto de hambre. “No nos dejan echar el ganado muerto, viene una empresa y se lo lleva así que no hay comida para estos. Primero los protegen y ahora los matan de hambre. Esto es maltrato animal, ellos tendrían que verlo. En el valle muere ganado todos los días pero ellos no tienen para comer, ¡qué lástima! Dicen que lo van a arreglar pero no sé si lo harán tarde.
Gorramendi volvió a ser de nuevo un paraje inolvidable.