27 de enero de 2018

Recordando a Miss Hawley



El 26 de enero de 2018, invierno frío, también en el Himalaya, también en Kathmandu, nos ha dejado Miss Hawley, la cronista y referente del himalayismo en varias décadas.
Tuve la oportunidad de estar con ella, compartiendo oficio de cronista y sufriendo sus interrogatorios al mismo tiempo. Fue durante la expedición Bizkaia Everest 97 cuyas crónicas y fotografías llegaron a los medios por primera vez en la península enviadas mediante un teléfono vía satélite.
Lo escrito y publicado en prensa y en la web de la expedición, cuando aún Internet estaba en pañales (https://www.sarenet.es/everest/Indice.html), tiene vigencia veinte años más tarde. La imagen, con el alpinista Juanrra Madariaga mirándole, mientras interroga a Wylly Bañales es todo un recuerdo. La fotografía se realizó con una de las primeras cámaras digitales de Canon, una powershot que capturaba en máxima calidad archivos de 250k.




La visita de Miss Hawlley

Ha llegado montando un viejo Volkswagen pato de los años sesenta con matrícula roja nepalí y conducido por un lozano y joven autóctono.  El suyo es un cuerpo espiritual enfundado en un fino vestido a rayas verticales y ceñido por un cinturoncillo de la misma tela. Camina sobre unas chancletas estrechas y cubre su cabeza con un pelo rubio cardado escasamente y con un toque de peluquería barata. De palidez casi cadavérica, la expresión de su rostro es una interrogación continua. Sobre la punta de su nariz apoya unas medias gafas que utiliza para leer los interrogatorios.
Una llamada había anunciado de víspera su llegada y acaba de cruzar el umbral de la puerta del hotel Ghauri Shankar de Kathmandu preguntando por los miembros de la Expedición al Everest. Sin mediar muchas palabras, suelta un good moorning, pregunta por el jefe de expedición y, tras decir quién es, extiende una ficha a cada uno de los alpinistas. Datos de identificación, profesión, puesto en la expedición, patrocinadores, objetivos… todo lo quiere saber.
Es nada menos que Miss Elizabeth Hawlley, una vieja conocida de todos los asiduos a las montañas del Himalaya. En su tarjeta de presentación se identifica como corresponsal en montañismo para la agencia Reuters, para el American Alpine Journal, el Himalayan Journal, las revistas Alp, Climber, Climbing, Klettern, Neue Zürcher Zeitung, Vertical y Yama-Kei, aunque hay quien afirma que puede también serlo hasta de la C.I.A.
En realidad Miss Hawlley pasa revista e interroga a cada uno de los alpinistas que desde Kathmandu se encamina hacia una alta montaña. Es muy difícil que nadie se escape a su control, si no directo, indirecto. A la ida y al regreso. Inquiere a los alpinistas sobre ellos mismos pero también sobre los demás. Y así ata cabos. Sabe quien ha subido y quien no a tal o cual cima, sabe si lo ha hecho por tal o cual ruta, si dice verdad o engaña.
Su censo de ascensiones, habitualmente cotejado con el bilbaino afincado en Londres Javier Eguskiza, es casi infalible. La Hawlley y Eguskiza se conocen cada palmo de las rutas de los ochomiles del Himalaya, mejor que cualquier alpinista, sin haber estado nunca en ellos.

De sus indagaciones tampoco los vizcainos nos libraremos. Seremos sinceros. 

6 de enero de 2018

LAUBURU El mayor del mundo, quizás.





El proyecto de dronegrafías no es un trabajo aislado. Se integra en un modo de hacer, en la aplicación del espíritu innovador y de búsqueda constante que me mueve cada día.
Mirar desde el cielo ayuda a encontrar nuevos territorios visuales, lo decía en el texto de la exposición. Y en eso andamos trabajando a más largo plazo el tandem Garay-Yaniz. El primero dibuja y se expresa organizando trazos allí donde se le ocurre, especialista en land-art, "escribe" ahora sobre la arena. Y para verlo, para documentar su arte efímero, no más duradero que el tiempo de media marea, no hay mejor modo que la cámara que vuela.
Mundaka Beach se dibujó perfectamente y así la vimos antes de que el mar la borrara.



El lauburu, símbolo orgánico referente en la cultura tradicional vasca, terminó de tomar formar tras dos horas de trabajo de Rober Garay. Tres horas más tarde las olas del Cantábrico desdibujaban por completo la obra trazada.Ya no existe pero ha sido, probablemente, el lauburu más grandes jamás dibujado nunca en el mundo.